Cuantas veces demandamos de nuestro cuerpo más de lo que somos capaces de devolver o recuperar. Mala alimentación, pocas horas de descanso, horas seguidas de estudio y trabajo, asimilando desagradables vivencias, afrontando el anárquico tráfico capitalino, todo esto constituye una agresión hacia nuestro ser. Repetidamente esto conlleva a que un día no dispongamos en nuestro sistema nervioso siquiera de lo que se requiere para un descanso profundo, no podemos detener la compulsión, la agresión, sube el azúcar, el colesterol, la tensión arterial, a donde conlleva esto? Creo que todos conocemos la respuesta….
En la medida que uno se adentra en el conocimiento del funcionamiento de nuestro maravilloso cuerpo, encontramos que realmente está preparado para responder a cualquier eventualidad, somos perfectos, tenemos todo, el problema es que no fuimos creados para que nuestro sistema nervioso simpático estuviera activado las veinticuatro horas del día, es imperativo recuperar la normalidad para evitar consecuencias mayores y la forma más efectiva para devolverla es mediante el uso de la Neurofarmacología. Muchas veces las personas se niegan a tomar medicamentos, absurda conducta, no cónsona con lo avanzado de la ciencia y las posibilidades que ella nos brinda, ningún tratamiento focalizado en un solo sistema puede contrarrestar las consecuencias de una disfunción generalizada, que el paciente va reportando por segmentos dependiendo de la especialidad del profesional de la salud que vaya participando en su infructuoso trayecto hacia el alivio.
Nuestra época actual nos ha regalado el mayor de los agresores, el stress, pero también el mejor de los combatientes, la Neurofarmacología. Se requiere esfuerzo y estudio para comprenderla, pero bien vale la pena mantenerse actualizado, para contar con una herramienta invaluable, preventiva y curativa de los estragos del stress.
Vivimos, y mientras esto acontece ni nos imaginamos en todo lo que nuestro cuerpo debe hacer para mantenerse a tono, para responder a lo que diariamente enfrentamos, estudio, trabajo, parejas, hijos, violencia… exigimos y no damos, nos gastamos sin pensar en recuperarnos , ni el viaje más placentero puede en oportunidades devolvernos lo perdido. Todo el equilibrio de nuestro cuerpo está en peligro si no cuidamos el funcionamiento de nuestro sistema nervioso, centro de operaciones, control de todo el organismo.
Diariamente, percibo en mis pacientes los efectos del stress, la demanda que le imponen muchas veces mis pacientes a su agitada vida los hace vivir sin pensar realmente en lo dañino de la persistencia de este patrón, haciéndome desistir de la implementación de un costoso tratamiento en sus bocas por pensar en las consecuencias negativas que puedo generarle, sé que la más esmerada de las cirugías de implante puede fracasar, entiendo que imponer un tratamiento de ortodoncia a un cuerpo en estas condiciones también puede conducirlo al insomnio y a la generación de un trastorno de ansiedad, y ahora sé que todo lo que refleje mi paciente en su rostro es importante, que debo permitir que cierre su boca y oir atenta lo que exponga, antes de programar mi trabajo como odontólogo
Insomnio, múltiples dolores, irritabilidad, bruxismo, apnea del sueño, colesterol, azúcar, etc son el reflejo de la extinción. No concibo mi actual ejercicio profesional sin la incorporación de la Neurofarmacologia a mis tratamientos, puesto que mi entrenamiento a nivel profesional me permite crear y modificar la boca de mi paciente, implantes, ortodoncia, estética funcionando en conjunto para un logro espectacular, siempre y cuando el cuerpo en el que implemente todos estos cambios tenga como responder a la adaptación que se requiere para permitir que mi trabajo sea aceptado. Los dientes no son uñas que se adornan esmeradamente, son importantes centros transmisores de información, basta tan solo evocar todo lo que somos capaces de percibir en ella.
Cualquier tratamiento odontológico requiere la participación y la respuesta del sistema nervioso, absolutamente todo, desde la reconstrucción más pequeña hasta la generación de la aceptación y la calma que debe tener el paciente en el sillón odontológico durante la realización del tratamiento. Sé hoy en dia, gracias a lo que he estudiado en el área de Neurofarmacología, que mi paciente no estará en calma, no tolerará el mejor de los tratamientos, que puede llamarme al otro día para decirme que le quite todo lo que esmeradamente le puse, que puede quebrar el fruto de mi esfuerzo debido a la generación de habitos paranormales como el bruxismo, que puede desencadenar alteraciones que lo pueden conducir a la disfunción de todo su organismo, sé que puedo dañarlo en vez de mejorarlo, desequilibrarlo porque ya su mecanismo de adaptación ha sido puesto al límite… porque nuestro sistema nervioso así como el resto de nuestro organismo funciona en un equilibrio perfecto, en una hermosa eutimia y en una armonía, que bien vale la pena considerar.