1 jun 2015

Un Cuerpo Exhausto

Cuantas veces demandamos de nuestro cuerpo más de lo que somos capaces de devolver o recuperar. Mala alimentación, pocas horas de descanso, horas seguidas de estudio y trabajo, asimilando desagradables vivencias, afrontando el anárquico tráfico capitalino, todo esto constituye una agresión hacia nuestro ser. Repetidamente esto conlleva a que un día no dispongamos en nuestro sistema nervioso siquiera de lo que se requiere para un descanso profundo, no podemos detener la compulsión, la agresión, sube el azúcar, el colesterol, la tensión arterial, a donde conlleva esto? Creo que todos conocemos la respuesta….
En la medida que uno se adentra en el conocimiento del funcionamiento de nuestro maravilloso cuerpo, encontramos que realmente está preparado para responder a cualquier eventualidad, somos perfectos, tenemos todo, el problema es que no fuimos creados para que nuestro sistema nervioso simpático estuviera activado las veinticuatro horas del día, es imperativo recuperar la normalidad para evitar consecuencias mayores y la forma más efectiva para devolverla es mediante el uso de la Neurofarmacología. Muchas veces las personas se niegan a tomar medicamentos, absurda conducta, no cónsona con lo avanzado de la ciencia y las posibilidades que ella nos brinda, ningún tratamiento focalizado en un solo sistema puede contrarrestar las consecuencias de una disfunción generalizada, que el paciente va reportando por segmentos dependiendo de la especialidad del profesional de la salud que vaya participando en su infructuoso trayecto hacia el alivio.

Nuestra época actual nos ha regalado el mayor de los agresores, el stress, pero también el mejor de los combatientes, la Neurofarmacología. Se requiere esfuerzo y estudio para comprenderla, pero bien vale la pena mantenerse actualizado, para contar con una herramienta invaluable, preventiva y curativa de los estragos del stress.
Vivimos, y mientras esto acontece ni nos imaginamos en todo lo que nuestro cuerpo debe hacer para mantenerse a tono, para responder a lo que diariamente enfrentamos, estudio, trabajo, parejas, hijos, violencia… exigimos y no damos, nos gastamos sin pensar en recuperarnos , ni el viaje más placentero puede en oportunidades devolvernos lo perdido. Todo el equilibrio de nuestro cuerpo está en peligro si no cuidamos el funcionamiento de nuestro sistema nervioso, centro de operaciones, control de todo el organismo.
Diariamente, percibo en mis pacientes los efectos del stress, la demanda que le imponen muchas veces mis pacientes a su agitada vida los hace vivir sin pensar realmente en lo dañino de la persistencia de este patrón, haciéndome desistir de la implementación de un costoso tratamiento en sus bocas por pensar en las consecuencias negativas que puedo generarle, sé que la más esmerada de las cirugías de implante puede fracasar, entiendo que imponer un tratamiento de ortodoncia a un cuerpo en estas condiciones también puede conducirlo al insomnio y a la generación de un trastorno de ansiedad, y ahora sé que todo lo que refleje mi paciente en su rostro es importante, que debo permitir que cierre su boca y oir atenta lo que exponga, antes de programar mi trabajo como odontólogo



Insomnio, múltiples dolores, irritabilidad, bruxismo, apnea del sueño, colesterol, azúcar, etc son el reflejo de la extinción. No concibo mi actual ejercicio profesional sin la incorporación de la Neurofarmacologia a mis tratamientos, puesto que mi entrenamiento a nivel profesional me permite crear y modificar la boca de mi paciente, implantes, ortodoncia, estética funcionando en conjunto para un logro espectacular, siempre y cuando el cuerpo en el que implemente todos estos cambios tenga como responder a la adaptación que se requiere para permitir que mi trabajo sea aceptado. Los dientes no son uñas que se adornan esmeradamente, son importantes centros transmisores de información, basta tan solo evocar todo lo que somos capaces de percibir en ella.
Cualquier tratamiento odontológico requiere la participación y la respuesta del sistema nervioso, absolutamente todo, desde la reconstrucción más pequeña hasta la generación de la aceptación y la calma que debe tener el paciente en el sillón odontológico durante la realización del tratamiento. Sé hoy en dia, gracias a lo que he estudiado en el área de Neurofarmacología, que mi paciente no estará en calma, no tolerará el mejor de los tratamientos, que puede llamarme al otro día para decirme que le quite todo lo que esmeradamente le puse, que puede quebrar el fruto de mi esfuerzo debido a la generación de habitos paranormales como el bruxismo, que puede desencadenar alteraciones que lo pueden conducir a la disfunción de todo su organismo, sé que puedo dañarlo en vez de mejorarlo, desequilibrarlo porque ya su mecanismo de adaptación ha sido puesto al límite… porque nuestro sistema nervioso así como el resto de nuestro organismo funciona en un equilibrio perfecto, en una hermosa eutimia y en una armonía, que bien vale la pena considerar.

El Cerebro de los Bebés

Tomado del libro: Por qué el amor importa, cómo el afecto modela el cerebro de un bebe, de Sue Gerhard.
…“Siguiendo mis suposiciones acerca del impacto de las relaciones tempranas en la disfunción psicológica posterior, comencé a explorar el creciente material científico en el área del desarrollo del cerebro en los bebes y niños pequeños. Entonces me encontré relacionando esta información con la de los adultos psicológicamente perturbados, personas padeciendo de una cantidad de problemas, desde una depresión a psicopatologías mentales y físicas.
Durante este proceso, descubrí que algo nuevo y emocionante está ocurriendo, y que mi propia exploración era oportuna. De hecho hemos llegado a un momento en el cual diferentes disciplinas están convergiendo para generar una nueva comprensión de la vida emocional. El material médico, con frecuencia denso y escrito en lenguaje técnico, fuentes científicas y académicas contentivas de información vital, no han alcanzado aún alertar al público en la magnitud que se merecen.


La nueva perspectiva no es debida a un simple descubrimiento sino a un destacado impacto de muchas cosas ocurriendo al unísono, en neurociencia, psicología, psicoanálisis, bioquímica, etc. En la medida que estas disciplinas empiezan a comunicarse y a influenciarse mutuamente, están ofreciendo una profunda comprensión de cómo los seres humanos se convierten en totalmente humanos y cómo aprenden a relacionarse emocionalmente a otros. Por vez primera, tenemos a nuestro alcance una explicación biológica completa de nuestro comportamiento social, mediante la comprensión de la infancia de los seres humanos y el desarrollo de nuestro “cerebro social”, y los sistemas biológicos involucrados en la regulación emocional. El reto ahora es colocar este conocimiento científico de la infancia humana en el centro de nuestra comprensión de la vida emocional.

Para mi ha sido un viaje emocionante y feliz, pero en oportunidades doloroso. Por una parte, mis descubrimientos me condujeron a la conclusión que la desinformación de los padres o la falta de habilidad para asumir el cuidado de un infante puede generarle en su niñez una discapacidad para toda la vida que inevitablemente dañará a otros también. Por otro lado, rasgos de comportamiento, enfermedades y criminalidad que usualmente se piensa son resultado de su carga genética, predestinados e inevitables, pueden ser vistos como prevenibles. Pero por sobre todas las cosas, mi investigación me ha conducido a creer que si la voluntad y los recursos estuviesen disponibles, el daño causado a una generación no tiene por qué ser transmitido a la siguiente: un niño lesionado no tiene necesariamente que ser un padre afectado o un padre castigador.
Gobiernos bien intencionados han reconocido la necesidad de sustentar la vida familiar. Han creado medidas para esto, desde impuestos hasta educación para los padres. Los políticos y las estrategias de estado están muy alertas de los costos para una sociedad de familias disfuncionales, con sus consecuencias de crimen, violencia y abuso de drogas. Aunque estos soportes son vitales para aquellos que los reciben, son ocasionalmente como parcelas de alimentos para los hambrientos, o usando otra analogía, es en general como desperdiciar dinero en la manutención de una casa mal construida. Los problemas de filtración persistentes, poca calefacción o poco aislamiento sonoro, debido a las pobres fundaciones, pueden ser aliviados temporalmente, pero nada puede cambiar el hecho de que la casa no está bien construida y que continuará requiriendo un alto costo de mantenimiento. Asi mismo, como los seres humanos cuyas fundaciones no han sido bien construidas, aunque se hagan costosas reparaciones posteriormente en el transcurso de su vida, la etapa constructiva –cuando los ajustes pueden ser realizados- ya ha pasado. Para que la prevención pueda ser efectiva, necesita ser atacada en el punto en el cual se puede hacer la mayor diferencia.


Estas fundaciones son erigidas durante el embarazo y en los primeros dos años de la vida. Esto es cuando el “cerebro social” es formado y cuando se establecen el estilo emocional individual y los recursos emocionales. El “cerebro social” es la parte del cerebro que aprende a manejar los sentimientos de acuerdo a las otras personas, así como el desarrollo de la respuesta frente al stress, la respuesta inmune y los sistemas de neurotransmisores, los cuales afectan la futura vida emocional. El nuevo ser humano está conformado de varios programas sociales y culturalmente influenciados, desde reacciones a nivel fisiológico hasta expectativas emocionales y mecanismos de tolerancia.
Cuando estas influencias son menos que benignas, el terreno es propicio para que se sucedan una variedad de posteriores dificultades sociales y emocionales.
Traducción de un segmento del libro: Why love matters, how affection shapes a baby’s brain, de Sue Gerhardt, publicado por Brunner-Routledge en 2004.

9 oct 2013

Las Ratas "Estresadas"



Hans Selye estaba buscando una nueva hormona cuando por casualidad descubrió los efectos del stress

En 1934 a la edad de 28 años, Hans Selye, era asistente en el departamento de Bioquímica de una universidad en Montreal, y llevaba a cabo experimentos químicos con la finalidad de descubrir hormonas que no eran conocidas en ese entonces. 
Las ratas con las cuales realizaba sus experimentos, desarrollaron una serie de cambios a partir de las inyecciones, los cuales incluían el crecimiento de la corteza adrenal, la atrofia del timo, del bazo, y de los nódulos linfáticos y ulceras sangrantes profundas en el revestimiento interno del estomago y el duodeno, sin importar el tipo de sustancia que fuera inyectada.
Recordó así observaciones realizadas durante sus primeros años de formación médica en la Universidad de Praga. Fue allí donde realizó el primer contacto con enfermos, en el cual pudo notar que muchos de ellos aquejaban síntomas generales (fiebre, dolor abdominal, artralgias, cefalea, pérdida de peso), en forma independiente a la entidad mórbida que los afectara. Denominó a ese curioso fenómeno como "Síndrome de sólo estar enfermo" asemejandose al cuadro de sus ratas enfermas, que reaccionaban de igual forma ante distintas substancias.


A raiz de sus observaciones concluye que debía existir algún mecanismo en el cuerpo que determinaba una respuesta general a cualquier agente nocivo. 
Para corroborar sus hipótesis siguió experimentando sometiendo las ratas a temperaturas extremas, ejercicio extenuante, traumatismos y a la inyección de distintas drogas, encontrando los mismos resultados.

Posteriormente presenta  sus conclusiones iniciales en 1936, en el British Journal Nature, en un artículo llamado Un síndrome producido por diversos agentes nocivos. En él, sucintamente delineó su nuevo paradigma:

Independientemente de la naturaleza del estímulo nocivo, el organismo responde de manera estereotipada. Esta reacción representa un esfuerzo del organismo para adaptarse a la nueva condición a la que es sometido, y la denominó Síndrome General de Adaptación (SAG)


El SAG, tal como lo describió Selye, incluye tres etapas universales. La primera llamada reacción de alarma, involucra cambios bien definidos como hipertrofia e hiperactividad de la corteza suprarrenal, involución del timo e hipersecreción de corticotrofina y tirotrofina. Si el organismo sobrevive a esta primera etapa y el estímulo nocivo persiste, ingresa en una segunda etapa donde los órganos estabilizan su función a niveles prácticamente normales; es decir, se constituye una resistencia. Por último, si la situación se prolonga en el tiempo (uno a tres meses), el organismo ingresa en una tercera etapa de agotamiento, que culmina con la muerte.








Unos años más tarde, Selye utilizó el término stress (que significa tensión, presión, coacción) para definir la condición con la que el organismo responde a agentes nocivos ("stressors"). El concepto rápidamente fue adoptado a nivel mundial, y al no haber palabras homólogas en otros idiomas, se utilizó la palabra stress sin modificar, salvo excepciones (por ejemplo, la Real Academia Española acepta el vocablo estrés). En su autobiografía The Stress of my life, publicada en 1977, mencionó que el mejor término para definir su idea hubiera sido strain, que hace alusión a la idea de tensión o tirantez sobre un cuerpo, palabra empleada en el campo de la física. Si bien Selye hablaba siete idiomas, por aquel entonces su dominio del inglés no era el ideal, y esa fue la razón por la que utilizó stress y no strain.



Selye, pensando en los pacientes examinados durante su introducción a la medicina química, recordó que todos ellos se sentían y se veian enfermos. Tenían la lengua saburrosa, dolores difusos en las articulaciones y sufrian de perturbaciones intestinales con perdida del apetito. Tambien en general, presentaban fiebre, inflamación del hígado, del bazo o de las anginas, erupciones en la piel y otros síntomas generales.
Debido a que estos fueron mis primeros pacientes, escribe Selye, yo era todavía capaz de verlos sin estar desviados por el pensamiento médico del momento, si hubiera sabido más, nunca me hubiera hecho preguntas pues todo ya se manejaba de la manera como se suponía que debía ser. 
La pregunta esencial que se clavó en la mente de Selye era en realidad una muy simple, como era posible que los doctores tras una larga historia de la medicina habían gastado tanto tiempo y energía en el descubrimiento y tratamiento de enfermedades individuales y le habían dado tan poca atención al síndrome de sólo estar enfermo. Aunque la idea le llamó la atención, siendo un joven inexperto y trabajando bajo los lineamientos y demandas de la escuela de medicina, Selye no tenia el tiempo, la energía, ni la experiencia para dedicarse a ello, sin embargo, menciono brevemente la idea a su asesor, que de inmediato se rió ante la ingenuidad del joven, y asi la idea quedó latente durante una buena parte de la siguiente década.






Con el conocimiento del Síndrome de Adaptación General y del sistema hipotálamo-pituitaria-adrenal, descubierto por Selye, fue posible describir el papel del stress en nuestras vidas, lo cual es precisamente lo que Selye y una multitud de investigadores habían estado haciendo durante la ultima centuria. Selye publicó 33 libros, más de un mil seiscientos artículos científicos casi todos ellos sobre el tema del stress. Entre sus muchos textos científicos existen tambien manuales populares para educar acerca del stress. El más popular fue el Stress de la Vida, una explicación profunda del stress y del síndrome.

Selye trabajo como fundador y director en el instituto de medicina experimental y cirugía de la Universidad de Montreal, desde 1945 hasta su retiro en 1970. También se convirtió en un lider filosófico, cuyos puntos de vista ayudaron a cambiar las ideas sobre la salud y la mente. 
En las décadas posteriores a la segunda guerra mundial cambiaron la manera de ver el cuerpo y la mente, adoptó rápidamente el papel de representante del bienestar y se le pedia que hablara lo mismo a un grupo de religiosos o de médicos. Habló frecuentemente del valor del amor y de la importancia esencial de ayudar a otros para nuestro bienestar. El no fue en ninguna época de su carrera un científico normal, fue un innovador y su influencia se extiende hasta nuestros dias






3 oct 2013

Stress y Enfermedad




Selye demostró que el stress provoca un patrón de adaptación que es individual para cada organismo. Demostró así mismo que cuando un sujeto es agudamente alarmado, tensionado o despertado se activan los mecanismos homeostáticos. Por el contrario, si el estado de alarma se prolonga o si las demandas adaptativas son excesivas, ocurren cambios a largo plazo, crónicos, que casi siempre lo son a expensas de la óptima integridad funcional..

Hans Selye (1907-1982) Introduce el concepto del stress, concibió por mera casualidad el síndrome de adaptación general también conocido como síndrome del stress, sobre el cual escribió en 1936. 

El Sindrome General de Adaptación representa el proceso mediante el cual el cuerpo confronta lo que desde un principio designó como agente nocivo.


  
El Sindrome General de Adaptación posee tres etapas:

Primero hay una señal de alarma, a partir de la cual el cuerpo se prepara para la defensa o la huida (“fight or flight”). Sin embargo, ningún organismo puede mantener esta condición de excitación  durante mucho tiempo, por eso sobreviene la segunda etapa, que permite al organismo sobrevivir a la primera.
En la segunda etapa se contruye una resistencia, que es la adaptación.
Finalmente si la duración del stress es prolongada el cuerpo entra en una tercera etapa que es de agotamiento. Esta es una forma de envejecimiento debido al deterioro del organismo por mantener constante el desgaste durante la resistencia. 
La privación prolongada de alimento, la inyección de una sustancia extraña al cuerpo y hasta un buen trabajo muscular pueden desencadenar el Sindrome General de Adaptación.


Con el término stress no solo se refirió al stress nervioso, sino a la respuesta no específica del cuerpo frente a cualquier demanda. La idea novedosa de Selye acerca del stress, ayudó a forjar un campo enteramente nuevo de de la medicina, el estudio del stress biológico y sus efectos que afloró en la primera mitad del siglo XX, para incluir el trabajo de cientos de investigadores.