1 jun 2015

El Cerebro de los Bebés

Tomado del libro: Por qué el amor importa, cómo el afecto modela el cerebro de un bebe, de Sue Gerhard.
…“Siguiendo mis suposiciones acerca del impacto de las relaciones tempranas en la disfunción psicológica posterior, comencé a explorar el creciente material científico en el área del desarrollo del cerebro en los bebes y niños pequeños. Entonces me encontré relacionando esta información con la de los adultos psicológicamente perturbados, personas padeciendo de una cantidad de problemas, desde una depresión a psicopatologías mentales y físicas.
Durante este proceso, descubrí que algo nuevo y emocionante está ocurriendo, y que mi propia exploración era oportuna. De hecho hemos llegado a un momento en el cual diferentes disciplinas están convergiendo para generar una nueva comprensión de la vida emocional. El material médico, con frecuencia denso y escrito en lenguaje técnico, fuentes científicas y académicas contentivas de información vital, no han alcanzado aún alertar al público en la magnitud que se merecen.


La nueva perspectiva no es debida a un simple descubrimiento sino a un destacado impacto de muchas cosas ocurriendo al unísono, en neurociencia, psicología, psicoanálisis, bioquímica, etc. En la medida que estas disciplinas empiezan a comunicarse y a influenciarse mutuamente, están ofreciendo una profunda comprensión de cómo los seres humanos se convierten en totalmente humanos y cómo aprenden a relacionarse emocionalmente a otros. Por vez primera, tenemos a nuestro alcance una explicación biológica completa de nuestro comportamiento social, mediante la comprensión de la infancia de los seres humanos y el desarrollo de nuestro “cerebro social”, y los sistemas biológicos involucrados en la regulación emocional. El reto ahora es colocar este conocimiento científico de la infancia humana en el centro de nuestra comprensión de la vida emocional.

Para mi ha sido un viaje emocionante y feliz, pero en oportunidades doloroso. Por una parte, mis descubrimientos me condujeron a la conclusión que la desinformación de los padres o la falta de habilidad para asumir el cuidado de un infante puede generarle en su niñez una discapacidad para toda la vida que inevitablemente dañará a otros también. Por otro lado, rasgos de comportamiento, enfermedades y criminalidad que usualmente se piensa son resultado de su carga genética, predestinados e inevitables, pueden ser vistos como prevenibles. Pero por sobre todas las cosas, mi investigación me ha conducido a creer que si la voluntad y los recursos estuviesen disponibles, el daño causado a una generación no tiene por qué ser transmitido a la siguiente: un niño lesionado no tiene necesariamente que ser un padre afectado o un padre castigador.
Gobiernos bien intencionados han reconocido la necesidad de sustentar la vida familiar. Han creado medidas para esto, desde impuestos hasta educación para los padres. Los políticos y las estrategias de estado están muy alertas de los costos para una sociedad de familias disfuncionales, con sus consecuencias de crimen, violencia y abuso de drogas. Aunque estos soportes son vitales para aquellos que los reciben, son ocasionalmente como parcelas de alimentos para los hambrientos, o usando otra analogía, es en general como desperdiciar dinero en la manutención de una casa mal construida. Los problemas de filtración persistentes, poca calefacción o poco aislamiento sonoro, debido a las pobres fundaciones, pueden ser aliviados temporalmente, pero nada puede cambiar el hecho de que la casa no está bien construida y que continuará requiriendo un alto costo de mantenimiento. Asi mismo, como los seres humanos cuyas fundaciones no han sido bien construidas, aunque se hagan costosas reparaciones posteriormente en el transcurso de su vida, la etapa constructiva –cuando los ajustes pueden ser realizados- ya ha pasado. Para que la prevención pueda ser efectiva, necesita ser atacada en el punto en el cual se puede hacer la mayor diferencia.


Estas fundaciones son erigidas durante el embarazo y en los primeros dos años de la vida. Esto es cuando el “cerebro social” es formado y cuando se establecen el estilo emocional individual y los recursos emocionales. El “cerebro social” es la parte del cerebro que aprende a manejar los sentimientos de acuerdo a las otras personas, así como el desarrollo de la respuesta frente al stress, la respuesta inmune y los sistemas de neurotransmisores, los cuales afectan la futura vida emocional. El nuevo ser humano está conformado de varios programas sociales y culturalmente influenciados, desde reacciones a nivel fisiológico hasta expectativas emocionales y mecanismos de tolerancia.
Cuando estas influencias son menos que benignas, el terreno es propicio para que se sucedan una variedad de posteriores dificultades sociales y emocionales.
Traducción de un segmento del libro: Why love matters, how affection shapes a baby’s brain, de Sue Gerhardt, publicado por Brunner-Routledge en 2004.

No hay comentarios:

Publicar un comentario